Cruzar la Frontera: así lo describe uno de los testigos


Tierras de la Marmota, son las seis de la tarde y hemos de proteger las lindes de nuestras tierras contra los enemigos.
Nuestros espías han averiguado que un grupo de facinerosos intentará invadir nuestro país perturbando la paz y todo lo perturbable. Son un grupo de gonomos (algo así como los gnomos pero con más “mala leche”), comandados por Knut “el jabatus neanderthaliensis” y su lugarteniente Habib “el facoquero libanés”, dos individuos que no se andan con tontunas a la hora de dar “agüita de coco” a quien se les ponga por delante.
Y ¿quién es la humilde persona que os relata todo esto?, soy Yo, el capitán de los ejércitos de “mataos”, el señor de los “cuatro gatos”, un hombre aguerrido, que mira a la muerte a la cara, que asusta al miedo, con un olfato de campo que sería capaz de averiguar a que hora salen los puercoespines de sus madrigueras.


Todo transcurrió al atardecer, se nos hizo de noche. A primeras horas consiguió Habib pasar sus comandos hasta la otra parte de la frontera, se ofuscaron en las sombras, como lirones caretos sigilosos consiguieron moverse pasando desapercibidos y burlando la guardia, que no había tal, pero tal fue su pericia que burlaron hasta las guardias que no existían, y como todavía les quedaban ganas, seguían burlando y burlando. Se burlaban de todo lo que “se meneaba”, hasta de sus propias sombras, tanto fue así que Habib, lleno de ira homicida y dejándose llevar por el estado de crisis maníaca que se había apoderado de él, tuvo que descuartizar y devorar a uno de sus propios hombres-gonomos para restablecer el orden y el concierto de Aranjuez.
Nada se supo por el momento de la unidad del jefe Knut, estaban trazando un plan para neutralizar al enemigo y con seguir rehenes.
Un grupo de agro-nomos (como los gonomos pero algo más mayores y mucho mas lerdos) se extraviaron del objetivo (hasta la fecha no sabemos como pudo pasar porque lo tenían al lado), y corrieron despavoridos en una maniobra de las de “sálvese quien pueda”; siendo perseguidos por la furia incontenible de un servidor.
De este pequeño grupo nada positivo se puede decir, no tenían rangos, nadie lideraba el grupo, reinaba en ellos el caos absoluto; sin organización, sin objetivos; sin planes; sin honor ni lealtad; pues en esta cruenta persecución quedó rezagado uno de sus hombres, de robustas complexiones pero nada hecho para el campo de batalla, Lizán “el cochinillo voraz”, no pudo aguantar el ritmo trepidante de la huida de su grupo, y quedó a merced de la ira persecutoria que a continuación precipitaría en él. No le dimos cuartel; aunque creo que estaba decepcionado no por haber sido prisionero, sino por haber notado de que pasta estaban hechos sus compañeros, amigos, camaradas…que lo habían abandonado a su suerte. No se supo nada más de ellos.
Otro grupo algo más organizado estaba aun por cruzar la frontera; nuestros rastreadores, con su olfato para las cacerías lograron dar con su posición, Silvino “la comadreja vengativa” vista aguda y eficaz, y Gabi “el alicuecano despectivo” hombre veloz.
Cesar “el mapache asesino” y yo emprendimos una estrategia de acoso y derribo para neutralizar al enemigo. Utilizamos la estrategia de la prensa que consiste en poco más que cazar separados y atraernos mutuamente a las presas que huían aterradas. Las que conseguían escapar eran rápidamente atrapadas por nuestros hombres-guardas fronterizos Vives “el galgo asesino” y Jesusmari “el escarabajo poderoso”.
En esos momentos me veía a mí persiguiendo en una carrera que parecía no tener fin a un gonomo que corría cual liebre por el campo, era imposible “echarle la zarpa”, debido a sus quiebros agilísimos y a esa manera de correr que parecía no tocar el suelo. Me acuerdo de este hecho en particular porque yo iba con las botas de siete leguas y me estaba hundiendo por aquellos terrenos farragosos. Corría a toda velocidad detrás del gonomo que me sacaba mucha ventaja, parecía que se me iba de las manos y la distancia se iba haciendo mayor, sacando fuerzas de donde no habían hice un último esfuerzo explotando todas las energías que me quedaban, conseguía ganarle metros, al final un esfuerzo a la desesperada, salté con todas mis fuerzas, volé unos metros y caí sobre aquel despreciable como un ave rapaz estrellándolo con violencia en el suelo. Ese no se meneó más en toda la tarde.
Después de esta flipada por mi parte paso a comentar el trato de prisioneros. Decidimos aprovechar una hondonada que había en el terreno, de unos diez metros con pendientes muy pronunciadas, para meter ahí a los prisioneros, los centinelas que vigilaban a los prisioneros eran Fayos “el mandril rabioso” y Roberto “el hurón vehemente”. Eran encargados de custodiar a todos los rehenes que les iban llegando y procurar que no escaparan los que ya habían sido apresados.
Teníamos ya gran parte de los gonomos apresados cuando tuvimos noticias, gracias al servicio de inteligencia, de que intentarían un plan suicida y desesperado de recuperarlos.
Utilizaríamos a todos nuestros hombres para contener el ataque arrollador que emprendería el Jabato con sus gonomos.
Defendimos con valentía una posición cercana a los prisioneros. La batalla fue cruel y temible. Nos faltaban fuerzas para contener a las hordas de Knut, había gonomos por doquier acosándote por todos los flancos, no podías hacer otra cosa que lanzar golpes a diestro y siniestro cuidando en no descubrir puntos débiles. En cualquier momento te podías ver rodeado por aquella marabunta que corría imperturbable haciendo inútil cualquier esfuerzo por contenerla. Sólo podíamos quedarnos contemplando la impotencia de vernos desbordados por aquella jauría. Conseguían agarrarte las piernas desestabilizarte y tirarte al suelo, al cabo de unos milisegundos ya tenías a gran numero de ellos encima, teniendo que hacer esfuerzos sobrehumanos para poder tan solo respirar. En circunstancias normales una batalla de uno de nuestros guerreros contra un gonomo es desproporcionadamente desigual, no hay rivalidad. Pero esa es su estrategia, atacar de forma masiva, en su unión está la fuerza. Uno solo es como un copo de nieve, pero todos juntos hacen la fuerza de un alud.
Teníais que haber visto como avanzaba Knut, impasible, sereno, con esa mirada perdida en el horizonte, parecía como si no estuviera en la batalla. Pero avanzaba impasible diezmando a nuestro ejército, destrozando a aquel que se le acercaba. Se intentó contener con un puñado de los nuestros, recuerdo todavía esa expresión de jabalí acorralado por perros de presa. Cómo se revolvía, lanzando por tierra al que le intentaba hincar el diente, el mapache César se enfrentó a el en una batalla desigual, no pudo, todavía se está curando de las heridas de aquel fatídico combate.
El Hurón contemplando la batalla, noto como surgía un grito atronador de rabia en su interior, y haciendo acopio de todas sus fuerzas se lanzó rugiendo con ira al combate, de repente frenó en seco. Su mirada se encontró con la de Knut que terminaba de destrozar a César. El jabalí estaba sediento de sangre y había visto a su nueva presa. Se lanzó a la carrera con los colmillos en ristre en una carga brutal hacía el Hurón. Roberto sintió miedo, rabia, impotencia una mezcla explosiva de sentimientos, pero en una última reflexión fría consiguió hacerse con el dominio de sus pensamientos y clavó los pies en el suelo esperando la carga. No se hizo esperar, el gran impacto sonó en todo el monte, la gran polvareda no se había desvanecido, todos habíamos dejado de luchar, estábamos parados viendo aquella neblina, expectantes en ver cómo acababa todo aquello. Se desvaneció. Knut estaba gruñendo en el suelo y el hurón estaba conteniendo aquella mole de músculos y pelaje duro. Nos habíamos apoderado de su general.
Nunca había sido vencido, pero esta vez sí, Aquiles fue vencido por la tortuga. Nadie daba crédito. Habib lloraba desconsoladamente, destrozado, habían perdido la batalla, los gonomos huían sin orden ninguno. En una hora todo aquello no era más que un erial sembrado de cadáveres. Los que quedamos aprovechamos para recoger lo que quedaba de nuestros compañeros. Nos encargábamos de contener a Knut. Habib permaneció allí, inmóvil, de rodillas en el suelo, mirando al cielo. Ya no le importaba nada, hombre de honor, se rendía sin ofrecer resistencia reconociendo nuestra soberanía en el campo de batalla.Y así fue como sucedió todo. Desde aquí hago un llamamiento a todo aquel que todavía esté capacitado para luchar, para que se aliste en nuestro ejército, pues parece que las cosas no han terminado todavía, no han hecho nada más que empezar.

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